
Soy soltera, vivo sola y tengo perro. Mi vieja dice que quiero más a la Nonny (mi fox terrier) que al resto de la humanidad, siempre lo niego, pero la verdad es que muchas veces lo he pensado.
Fíjense que la compra del perro no es una cosa menor en mi vida, pues hasta para eso armé una cuática monumental. Debía ser como esos perritos de circo, choro, entrete independiente (si, se parece a las características de mi hombre ideal), pero también cariñoso y regalón (¿?¿?¿?)
La cosa es que luego de visitar unos cuantos no sentí química con ninguno, pensé que era yo la del problema, la que no lograba concretar la afinidad. Un día y casi por casualidad llegué a una página donde ofrecían uno, llamé y a la media hora estaba conociendo a la pequeña, era chiquitita, llena de pulgas y con cicatrices. Mi vieja dijo que era rasca y que ya tenía mañas de perra media callejera, a mi no me importó, pensé que podía cambiar todo eso.
La cosa es que ya llevo casi un año con ella. Es desastrosa, regalona y divertida, se come todo lo que encuentra y generalmente llega a mi lado con su hocico lleno de pedazos de cosas importantes. La reto, me mira con ojos de pena y la rabia se me pasa.
Todas estas características son adorables, pero porque son de un perro, no de una persona. Es así como me doy cuenta de porqué soy soltera, vivo sola y con un perro, ya tengo a quien me joda la vida, a quien eternamente querer cambiar y que después de todo, me mueva la cola un rato.
Porque ser cuática no es malo